El
creciente interés del país por mejorar la calidad de la educación interpela a
todos. La pregunta relevante a responder será: ¿qué entender por calidad? Se
expresan en el imaginario colectivo varios enfoques. Veamos algunos ejes referenciales
que demandan movilizar concepciones y opciones.
Es
muy común que muchos la reduzcan a la obtención de un buen rendimiento
académico según las estadísticas de aprobación. Falta preguntarse: ¿de qué
manera se obtuvieron estos resultados, a qué procesos han respondido, cómo se
han evaluado y de qué tipos de aprendizajes se está hablando?
La
calidad es un concepto abstracto, multifactorial, complejo y relativo a
contextos, vinculado estrechamente con equidad, pertinencia y eficiencia. Estos
son requisitos imprescindibles de ella, sin que esta se limite a ellos. Son
condición necesaria, pero no suficiente.
Dos
paradigmas visualizan la calidad de forma contrapuesta: el elitista, que ve la
calidad como privilegio de los mejor dotados, excluyendo ("despidiendo"
del centro al que "no da la talla"). ¿Es centro de calidad el que no
logra atender la diversidad, ni logra que también aprendan quienes tienen
mayores limitaciones? Desde otro extremo, para el paradigma igualitarista todos
deben tener las mismas oportunidades de aprendizaje, no importando la
diversidad.
La
multifactorialidad de la calidad refiere a variedad de influencias que la
construyen. Veamos dos ejemplos. Los “aprendizajes previos propios de la
experiencia de vida” de los estudiantes son un factor clave que determina el
resto de aprendizajes de la escuela, por cuanto son el ecosistema conceptual de
acogida para todo lo que le ofrezca la escuela. No tomarlos en cuenta no
aportará calidad al aprendizaje. “El contexto de vida y de aprendizaje” del estudiante,
cuando el ambiente familiar contraviene la posibilidad de aprender nuevos
saberes y valores; cuando el nicho ecológico del centro educativo, sus aulas,
no son “sitios de aprendizaje”, impidiendo aprendizajes relevantes, con
sentido; o cuando los medios de aprendizaje son endémicos.
La
calidad nunca se alcanza, siempre el ser humano está en construcción, nunca
acaba de perfeccionarse, es un proceso de toda la vida; debe mostrarse, al fin,
en una persona de calidad integral. Es por ello un proceso constante y relativo
a contextos, siempre en superación. La escuela rural responde a criterios de
calidad situados en ese contexto, y no son iguales a los de una escuela urbana
que posee los medios y ambientes requeridos.
Finalmente,
la falta de equidad y pertinencia encienden semáforos rojos a la calidad.
Cuando el estudiante no recibe la preparación, los medios que requiere como
persona para desarrollar sus capacidades; cuando no se atienden las diferencias
individuales apoyando a quienes tienen menos desarrollo para que alcancen su
desarrollo posible; cuando no se brinda atención especial a estudiantes con los
medios requeridos, para superar sus limitaciones psíquicas o físicas; pero
también, cuando no se atiende a estudiantes con mayores capacidades, para que
desarrollen todo su potencial.
En
ambos casos extremos, no hay equidad, ni calidad. Si a ello se añade que lo que
se les enseña no es relevante ni pertinente para ellos, no responde a sus
necesidades, no está situado en su contexto, tampoco se logra calidad.
El Nuevo Diario
24 de mayo de 2014
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