viernes, 20 de marzo de 2015

Equidad y pertinencia, requisitos para la calidad de la educación



El creciente interés del país por mejorar la calidad de la educación interpela a todos. La pregunta relevante a responder será: ¿qué entender por calidad? Se expresan en el imaginario colectivo varios enfoques. Veamos algunos ejes referenciales que demandan movilizar concepciones y opciones.
Es muy común que muchos la reduzcan a la obtención de un buen rendimiento académico según las estadísticas de aprobación. Falta preguntarse: ¿de qué manera se obtuvieron estos resultados, a qué procesos han respondido, cómo se han evaluado y de qué tipos de aprendizajes se está hablando?
La calidad es un concepto abstracto, multifactorial, complejo y relativo a contextos, vinculado estrechamente con equidad, pertinencia y eficiencia. Estos son requisitos imprescindibles de ella, sin que esta se limite a ellos. Son condición necesaria, pero no suficiente.
Dos paradigmas visualizan la calidad de forma contrapuesta: el elitista, que ve la calidad como privilegio de los mejor dotados, excluyendo ("despidiendo" del centro al que "no da la talla"). ¿Es centro de calidad el que no logra atender la diversidad, ni logra que también aprendan quienes tienen mayores limitaciones? Desde otro extremo, para el paradigma igualitarista todos deben tener las mismas oportunidades de aprendizaje, no importando la diversidad.
La multifactorialidad de la calidad refiere a variedad de influencias que la construyen. Veamos dos ejemplos. Los “aprendizajes previos propios de la experiencia de vida” de los estudiantes son un factor clave que determina el resto de aprendizajes de la escuela, por cuanto son el ecosistema conceptual de acogida para todo lo que le ofrezca la escuela. No tomarlos en cuenta no aportará calidad al aprendizaje. “El contexto de vida y de aprendizaje” del estudiante, cuando el ambiente familiar contraviene la posibilidad de aprender nuevos saberes y valores; cuando el nicho ecológico del centro educativo, sus aulas, no son “sitios de aprendizaje”, impidiendo aprendizajes relevantes, con sentido; o cuando los medios de aprendizaje son endémicos.
La calidad nunca se alcanza, siempre el ser humano está en construcción, nunca acaba de perfeccionarse, es un proceso de toda la vida; debe mostrarse, al fin, en una persona de calidad integral. Es por ello un proceso constante y relativo a contextos, siempre en superación. La escuela rural responde a criterios de calidad situados en ese contexto, y no son iguales a los de una escuela urbana que posee los medios y ambientes requeridos.
Finalmente, la falta de equidad y pertinencia encienden semáforos rojos a la calidad. Cuando el estudiante no recibe la preparación, los medios que requiere como persona para desarrollar sus capacidades; cuando no se atienden las diferencias individuales apoyando a quienes tienen menos desarrollo para que alcancen su desarrollo posible; cuando no se brinda atención especial a estudiantes con los medios requeridos, para superar sus limitaciones psíquicas o físicas; pero también, cuando no se atiende a estudiantes con mayores capacidades, para que desarrollen todo su potencial.
En ambos casos extremos, no hay equidad, ni calidad. Si a ello se añade que lo que se les enseña no es relevante ni pertinente para ellos, no responde a sus necesidades, no está situado en su contexto, tampoco se logra calidad.

El Nuevo Diario
24 de mayo de 2014

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