El Nuevo Diario
Rafael Lucio Gil IDEUCA | Opinión
Al revisar cómo el
país ha venido transformando sus currículos educativos en distintas etapas
históricas, se desprende una tendencia que tiene grandes costos para la calidad
de la educación.
En primer lugar,
predomina una concepción restringida de currículum centrada fundamentalmente en
el documento que contiene los principios, objetivos, contenidos y ejes
transversales, entre otros componentes. Ello se inscribe en una concepción
teórica muy superada en las últimas décadas, en tanto, la teoría curricular
moderna reconoce que el currículum es mucho más que las intencionalidades
escritas en documentos. Se trata de una perspectiva ecológica del currículum,
que acoge un conjunto de componentes que se concibe deben estar articuladas de
forma indisoluble, si se quiere que dicho currículum genere los productos que
se esperan.
La ausencia de esta
moderna perspectiva hace que todos los esfuerzos se concentren en elaborar
técnicamente los documentos curriculares, incluso consultando a diversos
sectores, despreocupándose casi por completo de componentes tales como: la
preparación correspondiente del personal docente, los nuevos métodos y técnicas
que deben acompañar su despliegue en el centro educativo, los materiales
bibliográficos correspondientes de apoyo, entre otros. Se añade a esta cadena
de componentes indispensables para dar vida al nuevo currículum, la necesidad
de una entidad especializada que acompañe y asesore la aplicación del
currículum y su debida validación en los contextos complejos y diversos del
país.
Cuando ninguno de
estos componentes se prevé como debiera, el documento normativo pierde vida y
termina siendo trastocado, hasta el punto de abrirse una brecha profunda entre
las buenas intenciones plasmadas en los documentos curriculares, y el
currículum que realmente acaba por implantarse en los centros educativos. Esta
grave depreciación del currículum concebido, como fruto de la desatención de
los demás componentes, conlleva gravísimas consecuencias para la calidad de la
enseñanza y el aprendizaje.
Insistir en la
calidad de los documentos curriculares oficiales, sin tomar en cuenta cómo
estos se están haciendo vida en las aulas, y cuáles son las consecuencias que
se desprenden de este proceso de degradación y pérdida de sentido y significado
en su puesta en escena, revelaría una fuerte ceguera que impedirá toda búsqueda
auténtica de mejorar la calidad educativa.
Pero veamos cómo
esta cadena depreciadora del currículum se concreta. Desde que el currículum se
formula por parte de un equipo técnico, sin tomar en cuenta si quienes van a
decidir qué contenidos científicos y culturales seleccionar, tienen la
preparación y ética debidas para hacerlo con el respeto y calidad debidos,
podríamos estar comprometiendo la salud del currículum que elaboren. Y, si al
tener que comunicar dicho currículum a maestros y maestras, no muestran haberlo
asumido con la coherencia, claridad y compromiso debidos, muy difícil será que
puedan contagiar a un grupo multiplicador de docentes en "talleres"
expositivos (en realidad no son talleres) de tres días, cuyos contenidos se
espera logren multiplicar al nivel departamental y municipal, con la diferencia
de no contar con el mismo tiempo, recursos y posibilidades que en el central.
Aquí se ubica el principal obstáculo a la concreción del currículum tal como
fue concebido.
Este fuerte
debilitamiento curricular es la consecuencia del contraste no resuelto entre
las nuevas concepciones curriculares, y las representaciones mentales que el
docente tiene, hasta el punto que en esta pugna de sentidos y significados,
acabará triunfando una versión del currículum invadida y desfigurada por estas
concepciones profundamente resistentes al cambio, surgidas de los contextos
reales y complejos en que trabajan y dominadas por el sentido común y no los
principios de la ciencia. Al final, la versión que el maestro y la maestra
llevan al aula poco o nada conserva la autenticidad del currículum
intencionado, ganando terreno y la rutinización de las mismas prácticas
tradicionales, con la diferencia de haber incorporado un discurso pleno de
eslogan y frases cliché no comprendidas.
Tal proceso de
degradación se completa con lo que los estudiantes acaban aprendiendo,
memorizando y mecanizando conceptos y hechos que no comprenden.
Este recorrido
degenerativo se consolida, en tanto, la ausencia de una Dirección de Currículum
que vele por la aplicación correcta del currículum oficial, hace que no se
valide ni evalúe su efectividad, volviéndose a repetir este ciclo perverso en
nuevas transformaciones curriculares. Fijar la atención en este fenómeno perverso
y enemigo de la calidad, requiere de la sociedad, padres de familia y
comunidades educativas, profundizar en esta problemática, formulando propuestas
que apuesten a la mejora de la salud de todo nuevo currículum.
28 de noviembre 2014
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