5 de septiembre de 2014 | 00:00:00
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
Rafael Lucio Gil, Ph.D.
IDEUCA
La
investigación científica, en el ámbito educativo, tiene reservado un lugar de
primer orden desde una mirada estratégica. Gracias a sus aportes, se comprende
mejor la realidad educativa a la luz de resultados obtenidos, empleando métodos
y técnicas científicamente aceptadas.
Pero
por tratarse de procesos complejos, en los que las personas, seres individuales
y sociales, son los protagonistas, no basta realizar la investigación desde un
paradigma cuantitativo estadístico, sino que debe ocupar un lugar central la
investigación cualitativa, sin obviar aprovechar algunos recursos
cuantitativos.
Si
bien es cierto, que el primer paradigma aporta resultados muy precisos cuando
se utiliza para analizar procesos de la naturaleza que siempre responden a
leyes naturales fijas que siempre ocurren de la misma manera, al aplicarlo al
ámbito educativo y social, que obedece a procesos humanos y sociales no regidos
por leyes de la naturaleza, se cometen grandes errores, limitaciones y
reduccionismos, cuando simplemente aportan resultados numéricos fríos, sin
posibilidad de comprender ni explicar la realidad educativa, ni capacidad para
tomar en cuenta la riqueza que encierran los procesos que llevan a tales
resultados.
Los
países que avanzan más en su desarrollo educativo, invierten recursos cuantiosos
en realizar, desde las instituciones rectoras de la educación, numerosos
estudios e investigaciones, gracias a los cuales logran conocer y comprender el
alcance, impacto y calidad que tiene la aplicación de sus políticas. Ello les
posibilita disponer de datos de gran interés sobre la problemática y avances
educativos existentes, en los que se fundamentará la realización de
transformaciones o reformas educativas.
Cuando
no se realizan estas investigaciones, los cambios y reformas responden a meras
intuiciones, caprichos, intereses, sentimientos o hipótesis, y no a principios
científicos. Por ello, se vuelven a repetir los círculos viciosos de vacíos y
errores existentes, a la vez que se pierde la oportunidad de poder detectar y
superar nuevos problemas que, seguramente, volverán a servir de obstáculo para
que las políticas educativas avancen en sus previsiones con la calidad
requerida.
Una
constante reiterada en la historia del país, ha sido y sigue siendo, la toma de
decisiones importantes en educación, sin mediar investigaciones previas que las
fundamenten. Esto hace que los problemas crónicos se repitan cada año o
período, y que la ceguera científica impida detectar la problemática y
fortalezas existentes, guiándose únicamente por la intuición, el capricho, el
interés o la prisa eficientista.
Esta
investigación imprescindible se debería dar en dos ámbitos que se faciliten y
retroalimenten entre sí. Por una parte, el ámbito externo al aparato educativo,
y por otro el interno a las propias instituciones educativas. Así, el ámbito
externo de especialistas podrá aportar muchas luces a partir de los resultados
de sus investigaciones, siempre que las instituciones educativas faciliten la
información estadística y demás documentación con información relevante. Al no
darse esto último, no solo se afecta la labor de investigadores externos, sino
a la educación misma y sus procesos de transformación necesarios.
Pero
un ámbito no explotado, reside al interior de las propias instituciones
educativas, que debieran ser las primeras investigadoras interesadas en
examinar científicamente su trabajo y resultados, para mejorar y transformar
gradualmente la educación. En este sentido, será importante que, al nivel
central del Ministerio de Educación, del INATEC y de cualquier otra institución
educativa, se prevea formar equipos de investigación científica, que
desarrollen investigaciones de acuerdo a los métodos que dictan las ciencias
sociales y humanas y la necesaria deontología.
Siendo
así, aportarían a sus programas educativos la visión científica que merecen,
para poder, así, tomar decisiones de política debidamente fundamentadas en la
realidad. Se hace necesario, por tanto, compartir datos estadísticos y
publicaciones emanadas de estas instituciones, así como los resultados de sus
investigaciones, poniéndolas a la disposición del público y, en particular, de
investigadores y académicos. En la medida que estas producciones de un lado y
de otro, sean más abundantes y se logre conformar con ellas comunidades que
debaten epistémicamente, más se beneficiará la educación en su despliegue y
calidad.
Aún
más, sería de esperar que esta dinámica científico-investigativa, no solo se
instalara en los niveles centrales de la educación, sino también en las
delegaciones departamentales y municipales del país, y al interior de los
centros educativos. Cuando logremos instaurar esta cultura investigativa en
todo el sistema educativo, las reformas, transformaciones o simples cambios,
responderán, no a la inmediatez, al gusto o a intereses ajenos a la educación,
sino a los principios básicos de una actuación científica.
Desde
las universidades tenemos la tarea pendiente de apoyar a los subsistemas medio
y técnico, para que la investigación científica se constituya en el principal
recurso institucional, como el espejo en el que se logre mirar, analizar y
reflexionar críticamente, para mejorar la educación a todos los niveles.
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