30 de agosto de 2014 | 00:00:00
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
Rafael Lucio Gil
IDEUCA
La
importancia que tiene la educación para el desarrollo de capacidades de las
personas y su calidad de vida, ya es un consenso social clave. Este discurso,
incorporado al imaginario colectivo, tiene ante sí enormes desafíos para
perfilarse, de forma efectiva, en la práctica educativa. Y es que la educación
de la persona humana, en sus dimensiones individual y social, representa el
principal activo del país, como soporte esencial de su desarrollo humano.
Este
convencimiento encuentra en su concreción, múltiples limitaciones y obstáculos,
que dificultan el acceso y permanencia de estudiantes a la educación
preescolar, primaria, secundaria, técnica y universitaria. Tales obstáculos
surgen desde fuera de la escuela, pero también esta pudiera estar propiciando,
desde su interior, nuevos obstáculos para el acceso y la permanencia escolar.
Son
importantes los esfuerzos que la institución educativa realiza para avanzar
cada día más en lograr ampliar la cobertura, acceso y permanencia. Aún así, los
datos de matrícula y permanencia están decayendo. Existen algunas políticas al
respecto, sin embargo, estas se enfrentan a fuertes obstáculos que merecen ser
investigados a fondo, para lograr identificar las mejores estrategias que
permitan escalarlos. Por una parte, obstáculos externos que, en las zonas
rurales y más alejadas, parecen haber sido naturalizados: familias que no
valoran la importancia de la educación o que advierten poca pertinencia en la
educación que reciben sus hijos e hijas; algunos dirigentes intermedios,
directores y docentes que claudican frente a estos obstáculos, y deciden la vía
fácil de acomodarse a los hechos; empresarios-finqueros que están más
interesados en el trabajo infantil rentable, que en que estos niños y niñas
asistan a la escuela; familias que emigran internamente o al exterior,
desconectándose fácilmente de la educación y dejando a sus hijos(as) a merced
de otras personas; familias muy pobres que se ven impedidas de apoyar en lo
básico para que sus hijos(as) asistan a clases; etc.
Lo
cierto es que, el enorme tendido organizativo y político del que disponen las
instituciones gubernamentales, aún con los esfuerzos que realizan, no logra
articularse lo necesario para incentivar, acompañar y esclarecer a las familias
la importancia de que sus hijos e hijas accedan a la educación que se ofrece.
Si este potencial lograra sumar otras instituciones y organizaciones de la
sociedad civil que se interesan y trabajan por la educación, seguramente los
resultados en la captación y retención se incrementarían sustancialmente.
Algunas experiencias de este consorcio por la educación, con participación de
delegados, directores, docentes, padres de familia y líderes locales, muestran
datos positivos al respecto.
Es
evidente que el atractivo que posee la educación que ofrecemos, aún dista mucho
de lo que los contextos rurales y geográficos más alejados necesitan. El
currículum único para todo el país, si bien deja amplitud para que la escuela
incorpore hasta un 30% de aportes procedentes de estos entornos, lo cierto es
que no llena las expectativas ni se logra cumplir como debiera en las escuelas
rurales y más alejadas. Por su parte, las instituciones públicas y privadas que
atienden el desarrollo rural, aún permanecen dispersas, sin articular programas
que asuman la educación como un eje central determinante de este desarrollo.
Algunas
iniciativas que están surgiendo al respecto, se espera que aporten compromisos
al consenso, convirtiendo la educación en eje central dinamizador de cualquier
proceso de desarrollo. Unido a ello, es impostergable realizar una
transformación curricular capaz de cambiar su énfasis urbano, situándose, de
forma pertinente, en el espacio rural. Estos esfuerzos, aún pendientes, que
conviertan la educación en factor vitalizador del desarrollo, demandan gran
participación y movilización social. Sin las cuales cualquier intento
unilateral, resultaría ineficiente.
La
otra cara de la moneda la presentan los indicadores de retención en la
educación primaria, particularmente en los tres primeros grados. Ocurre que, en
el mejor de los casos en que las familias envían a sus hijos e hijas a la
escuela, esta no llena sus expectativas y necesidades. En consecuencia, tal
insuficiencia educativa interna se alía con los obstaculizadores externos,
provocando abandono escolar. Estudiantes con mayor precariedad en su desarrollo,
fácilmente se desmotivan; la falta de atención especial a la diversidad en la
escuela, y las dificultades que presentan niños y niña repitentes o extraedad,
provocan desánimo y frustración. Nuestra experiencia muestra que, aquellas
escuelas que están reforzando la formación de sus directores, docentes y
líderes de padres de familia, en este particular, están logrando mayores
niveles de acceso, permanencia y promoción exitosa en sus estudiantes.
Urge
una política específica que exija y apoye a los centros para que adopten
estrategias especiales, que les faciliten captar niños y niñas que aún no se
matriculan, y atender y reforzar la motivación de quienes presentan mayores
dificultades en su aprendizaje, como fruto de la situación de pobreza y
abandono en que viven. No atender con prestancia esta situación de repitencia y
abandono, contribuye a que los niveles de analfabetismo se refuercen, y que sus
futuras familias se conviertan en las mejores replicadoras del círculo vicioso
de la pobreza. Aquí reside la principal fuente de analfabetismo que es
necesario superar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario