viernes, 20 de marzo de 2015

El día del magisterio nacional: entre luces y sombras



Rafael Lucio Gil IDEUCA | Opinión

La profesión docente es la clave fundamental del desarrollo humano del país. Encierra en sí misma el sentido y el significado de la educación del ser humano, del desarrollo de su personalidad, de su talento y de su talante.
El magisterio del país es depositario de la confianza de padres y de madres de familia para la educación de sus hijos, y responde a la sociedad en su conjunto, realizando la tarea más noble, sensitiva y suprema, como es contribuir a que la niñez, la adolescencia y la juventud construyan su identidad, desarrollen plenamente sus capacidades y asuman conductas y actitudes adscritas a valores humanos, sociales y espirituales.
El país, una vez al año --al menos-- recuerda la importancia que tiene esta profesión, sin embargo, año tras año, pareciera que este día queda reducido a una festividad doméstica, interna al aparato educativo, sin hacerse notar ninguna referencia de los demás entes públicos y privados, acerca del sentido y del significado que tiene tal celebración.
La nobleza y la trascendencia de esta profesión, sin embargo, contrasta profundamente con el tratamiento histórico que viene recibiendo. Y si bien es cierto, cada Gobierno ha hecho lo suyo, aportando algunos avances más o menos significativos, lo cierto es que, la brecha existente entre su relevancia para el desarrollo del país y el trato integral que recibe de la sociedad, de sus instituciones y del Estado en general, posiblemente se ha ampliado. Esto, si tomamos en cuenta que los tiempos han cambiado de forma radical. La globalización ubica al país en el contexto mundial con enormes desafíos y retos pendientes, y el desarrollo del conocimiento y de la tecnología tensionan la labor docente, demandando de ellos cada día nuevas exigencias a las que no pueden responder en las condiciones que les toca vivir.
Una característica esencial de la profesión docente es su complejidad, poco comprendida y menos tomada en cuenta por las administraciones. Tal complejidad se expresa en que sus componentes interactúan de manera sistémica entre sí, generando sinergias de todo tipo, de manera que, atender únicamente uno de sus componentes, por ejemplo, la formación, sin mejorar a la par su salario, el tratamiento institucional, legal y social, tendrá muy poca incidencia en la mejora de su calidad profesional.
Es preocupante apreciar cómo a través de varias décadas se han realizado reformas educativas y curriculares, sin su correlato necesario en la definición de políticas específicas dedicadas a fortalecer la profesión docente. Se suceden cambios curriculares, mientras los docentes no reciben la preparación y soporte necesarios para su implementación. Los países del área refuerzan la normatividad de la profesión docente aprobando leyes específicas que fortalecen la profesión, mientras nuestro país, aún no se cuenta con una ley específica al respecto.
A pesar de estos rezagos, déficits y tensiones, maestros y maestras se esfuerzan por ejercer su labor en medio de múltiples limitaciones, hasta viviendo en condiciones de pobreza. Mientras unos se sumergen en estas dificultades, otros continúan avanzando. Son conscientes de tener grandes limitaciones en su formación y en el apoyo para ejercer su labor, lo que empobrece el logro de la calidad educativa que el país pretende. Con facilidad e irresponsabilidad se culpabiliza al sector, sin embargo, pocas voces demandan políticas concretas que posibiliten mejorar la calidad de su labor.
Lo cierto es que, en este marco de profundas limitaciones, incomprensiones y restricciones de la profesión docente, ejercer esta labor resulta sumamente difícil, cuando asoman cada día con más fuerza la frustración, la pérdida de autoestima y la impotencia para dar respuesta a los retos.
A pesar de ello, miles de maestros y de maestras viven entregados a su trabajo por vocación y pasión, pero no les pidamos milagros. Como país, es necesario concertar una respuesta integral que fortalezca ética, técnica y emocionalmente la profesión docente. Se prepara el país para emprender nuevas iniciativas en su desarrollo, pero nada de esto tendrá éxito si no atendemos de manera integral la profesión docente. Al no hacerlo, estaríamos construyendo un futuro sin los cimientos sólidos de una profesión docente de calidad. Dotemos al magisterio de las herramientas científicas, pedagógicas, técnicas y éticas que necesitan, en primer lugar, para que, a la par, podamos demandarles respuestas de calidad.
 05 de julio de 2014

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