Rafael Lucio Gil *
- 21 Junio 2015 |
En estas dos últimas décadas,
gracias al diálogo interdisciplinario de las ciencias cognitivas y las
neurociencias, la educación se está asomando a una verdadera revolución. Nuevas
perspectivas más integrales y holísticas del conocimiento del cerebro, anuncian
un nuevo paradigma de la educación, con profundas implicaciones para el
desarrollo de nuestro país.
Muchas son las teorías que
proponen modelos para entender cómo se produce el aprendizaje. Ninguna rompe
radicalmente con las anteriores, por el contrario, las mejora. No obstante, por
tratarse de procesos sumamente complejos, lo único que tenemos hasta ahora, son
modelos que nos aproximan a su comprensión. Un paso revolucionario, al
respecto, lo vienen dando en los últimos años las ciencias neurológicas en
conexión con las ciencias cognitivas. Estamos a las puertas de un nuevo
paradigma educativo, que aún asoma tímidamente su cabeza en el horizonte de las
tradiciones educativas profundamente arraigadas en el país.
A diferencia de una concepción de
aprendizaje tradicional, ya se sabe que este es producto de procesos complejos
de tipo biológico que interactúan entre sí, debido a la actividad molecular de
las neuronas de millones de células en circuitos neuronales. En estos procesos
complejos, deben coincidir y articularse cuatro componentes esenciales, algunos
tradicionales, otros nuevos: la motivación, la emoción, la atención y la
memoria.
Algunos elementos, confirmados en
este diálogo fructífero, están generando algunos principios orientadores que
posiblemente aún serán más confirmados y enriquecidos en los próximos años.
Así, se confirma que el cerebro
es el motor del conocimiento, siendo que las experiencias lo modelan,
precisamente debido a su plasticidad; esto contradice la posición tradicional
que la ciencia y la educación habían mantenido hasta hoy, y que ha invadido el
currículum, los programas, contenidos de estudio y métodos de enseñanza, y el
desarrollo de competencias. Las metodologías de enseñanza y aprendizaje
habituales, están llamadas, en consecuencia, a sufrir cambios profundos.
Un aspecto de gran interés es la
evidencia que muestran las fotografías experimentales dinámicas del cerebro,
explicando cómo las conexiones neuronales que permanecen inactivas,
desaparecen; las lecciones de esta evidencia para la enseñanza y el aprendizaje
son trascendentales. En tanto la educación no logre activar y desarrollar al
máximo experiencias de aprendizaje sólidas y retadoras, la niñez y adolescencia
de los centros educativos, perderán estas potencialidades como fruto de una educación
que no provea experiencias provocativas ni problematizadoras; con ello, la
educación se pudiera estar convirtiendo en un fenómeno que aporta más
limitaciones que fortalecimiento a sus capacidades.
Lo anterior redobla aún más su
trascendencia, en tanto se ha demostrado en esta interacción fructífera de
disciplinas, que es en los primeros 15 años que se logra configurar el sistema
neuronal con redes nerviosas plásticas, capaces de agrandarse a sí mismas. Esto
también supone lograr otro principio referido a la importancia que tiene que la
educación provea al estudiantado nuevas experiencias retadoras de forma
permanente. Si por el contrario prevalecieran experiencias no significativas,
de memorización y repetición, sin desarrollar el juicio crítico y la capacidad
de problematizar la realidad, estaríamos perdiendo la batalla de lucha contra
la pobreza y la desigualdad, e hipotecando el desarrollo económico y humano. Y
si entre los 3 y 10 años en que el estudiantado está presto a ser buscador
insaciable de conocimiento y nuevas experiencias, recibiera contenidos
aburridos en ambientes que respondieran al lema "siéntese, cállese y
copie", la oportunidad perdida sería aún más grave e irreparable en el
futuro.
Por tanto, dejar pasar esta
oportunidad en la que los estudiantes atraviesan el continuum educativo del
preescolar, primaria y secundaria, con una educación que no les proporcione
experiencias auténticas de aprendizaje, que potencien sus capacidades de
problematizar, criticar, argumentar, crear, encontrar soluciones creativas,
etc., reflejaría una actitud irresponsable, impidiéndole al país poder contar
con un futuro promisorio, con desarrollo de capacidades humanas auténticas. Las
capacidades del cerebro, debido a su plasticidad, se deben desarrollar al máximo,
lo que no se logrará mientras en las aulas no prevalezcan actividades
didácticas debidamente preparadas conforme a los principios de la neurociencia;
cuando esto no se cumple, los cerebros no desarrollarán las capacidades
potenciales frente a actividades mecánicas, reproductivas, ausentes de
creatividad, búsqueda y juicio crítico.
Este panorama novedoso por un
lado, pero posiblemente frustrante cuando lo comparamos con la realidad
educativa que caracteriza al país, ha de hacernos pensar y ponernos de acuerdo,
en la importancia estratégica que tiene el magisterio nacional, y los cambios
profundos que tendrían que incorporarse en las decisiones del Estado, para
privilegiar con especial cuidado y rigor el tratamiento al magisterio,
especialmente en el reconocimiento institucional, social y salarial que
necesitan, y en los currículos de su formación inicial y permanente.
Estas temáticas neuroeducativas
necesitan ser incorporadas a estos programas de formación docente, lo que
facilitará que la enseñanza y el aprendizaje se conviertan en procesos
innovadores, creativos, críticos y propositivos. Algunas competencias que los
docentes necesitarán desarrollar, desde esta perspectiva, son las siguientes:
Es fundamental que los docentes
se conviertan en grandes lectores eficaces, evaluadores críticos,
cuestionadores cruciales, buscadores de respuestas a situaciones
problematizadoras, sepan conectar diversas fuentes de información y, de manera
particular, sean capaces de construir nuevas estrategias pedagógicas adaptadas
a las diferencias individuales de los estudiantes. Deben estudiar, más allá de
la pedagogía tradicional, aspectos básicos de la neurociencia y el
funcionamiento del sistema nervioso a nivel macro y micro.
Uno de los aspectos más
requeridos son la comprensión de los procesos motivacionales, la búsqueda de
experiencias de aprendizaje que reten la imaginación, la reflexión y la
indagación e investigación, comprender la importancia que tiene el lenguaje no
verbal, así como hacer acompañar los procesos de aprendizaje con un clima
emocional y espiritual positivo, retador y provocador. En tanto la enseñanza y
el aprendizaje se logren acompañar de emociones y sentimientos positivos y
motivadores, en igual proporción se lograrán aprendizajes significativos, duraderos
y útiles. La emoción, los sentimientos, y la motivación son los mejores aliados
positivamente con la capacidad y profundidad de razonamiento. En este futuro
inmediato, los docentes pronto serán diferenciados por si son o no capaces de
utilizar la emoción y los sentimientos como dinamizadores del aprendizaje
significativo. Si a esto se une un ambiente seguro, cómodo, letrado, bien
ambientado desde el punto de vista académico, lo anterior tendrá aún más
fuerza.
Estos y otros elementos que
apenas hemos mencionado, deberán ingresar cuanto antes a las direcciones de
currículum, sus estrategias y competencias; a las estrategias de gestión del
centro educativo, a los estilos de liderazgo de directores, funcionarios y
técnicos; y a las aulas como "lugares de aprendizaje", agradables,
cómodos, retadores para provocar "la aventura del espíritu".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario