Rafael Lucio Gil *
La educación pertenece a la sociedad entera. Es un
derecho humano fundamental que no admite restricciones, una vez que Nicaragua
ha sido signataria de este y otros derechos reconocidos.
El conocimiento humano, y particularmente el que
desarrolla la comunidad científica, posee una dimensión profundamente social.
Esto, no solo porque la sociedad ha de ser su principal beneficiaria, sino
también porque se trata de una construcción social. Tal dimensión no es
sencilla ni de mentes privilegiadas que desarrollan, en solitario, teorías que
imponen a la sociedad.
Precisamente este rasgo, reconocido en la
actualidad por la Nueva Filosofía de la Ciencia del Giro Cognitivo, pone de
relieve que el conocimiento científico, para ser aceptado como tal, requiere
ser sometido a un debate auténtico, trascendiendo intereses de personas e
institucionales particulares.
Esto explica que no basta con que los expertos
formulen propuestas ni nuevos modelos teóricos, para comprender mejor los
fenómenos humanos y naturales, sino que, para llegar a ser aceptados y
generalizados por la comunidad científica, deben ser sometidos a nuevos
experimentos y discusiones, para al final lograr alcanzar consenso en la
comunidad científica. Este debate y logro de consenso, más fácil en las
ciencias naturales-experimentales, resulta mucho más complejo en las ciencias
sociales.
Los conocimientos aceptados como científicos, responden al debate realizado entre posiciones contrapuestas, diferentes, entre las que no cabe la posibilidad de imposiciones antojadizas ni particulares. En este proceso, aquellas propuestas sin respaldo experimental, teórico ni práctico suficiente, pronto son desechadas, dejando paso a las más sólidas y consensuadas capaces de superar cualquier proceso de falsación.
Los conocimientos aceptados como científicos, responden al debate realizado entre posiciones contrapuestas, diferentes, entre las que no cabe la posibilidad de imposiciones antojadizas ni particulares. En este proceso, aquellas propuestas sin respaldo experimental, teórico ni práctico suficiente, pronto son desechadas, dejando paso a las más sólidas y consensuadas capaces de superar cualquier proceso de falsación.
La educación es la depositaria de buena parte de
estos conocimientos, valores y actitudes éticas heredadas, sufriendo procesos
de transposición curricular y didáctica para su aprendizaje. En este sentido,
este derecho conlleva en su seno, no solo que toda la población reciba
educación, sino que también la misma responda a un modelo concertado por la
nación, en cuyo proceso participen sin distingo alguno, la sociedad con sus
instituciones y especialistas. Estos presupuestos no se cumplen, cuando un
sector impone un modelo educativo según sus intereses, no concertado,
lesionando gravemente la esencia profunda de este derecho.
Ante este derecho fundamental que abre la puerta a
los demás derechos en la medida que sea debidamente concertada y aplicada, no
cabe escapatoria; si queremos que sea total, no debemos admitir exclusiones ni
imposiciones de ningún tipo, insistiendo para que responda a los intereses
debidamente concertados de toda la sociedad.
En este sentido, la participación ciudadana y de
las instituciones públicas y privadas en la educación, se convierte en un deber
y un derecho a la vez. Y si bien es cierto que las instituciones educativas
nacionales están llamadas por ley a desarrollar los programas educativos,
también lo es que, como administradoras de la misma, deben responder a este
derecho con plenitud.
En la comunidad científica se alienta el
pensamiento divergente y crítico, requisito necesario para construir modelos
teóricos que recojan lo mejor de la diversidad de posiciones, teniendo siempre
como línea directriz el beneficio de las sociedades.
Paradójicamente en Nicaragua, el modelo educativo
no solo se impone, sino que también se evaden los procesos de participación
amplia y diversa, eludiendo la diversidad de ideas, propuestas y modelos teóricos
y prácticos para concertar este modelo educativo.
En efecto, cuando comparten ideas únicamente
quienes piensan parecido, o sus ideas responden a un pensamiento nomotético,
oficial, orientado, incluso reprimiendo su pensamiento ideográfico y crítico, se
pierde la oportunidad de construir un modelo social ampliamente
compartido, lesionando el corazón de este derecho.
También es cierto que no basta con abrir el
discurso de la participación, si al interior de la misma, se manipulara a los
actores para que, dejando de lado su pensamiento crítico fundamentado, se les
utilizara únicamente para avalar posiciones oficiales.
Nuestro futuro como país está signado por el
derrotero que se imprima a la educación. Si su modelo logra ser debatido por
todos los sectores, la responsabilidad e implicación social en la
educación podrá llegar a ser mayor. Afianzar la división, exclusión y
compartimentación, aportará cada vez más a ocultar la verdad de la realidad,
adoptando medidas antojadizas, sin respaldo investigativo, científico ni
sostenibilidad.
Director
e investigador del Ideuca.
2 de agosto 2015
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