miércoles, 2 de septiembre de 2015

La dirección del centro educativo, factor de éxito en el aprendizaje


Rafael Lucio
IDEUCA


21 de julio 2015

La educación no reduce su escenario de acción a la escuela, va más allá. Pero la escuela, es el entorno más organizado, una red poderosa para llevar a cabo la educación. Tal escenario, no obstante, hoy está sobrepasado por el poder y capacidad de la tecnología. Por ello el centro educativo merece toda nuestra atención, como referente básico de la acción educativa organizada.
La dirección del centro educativo ha sido estudiada por corrientes gerenciales diversas, ante la poca capacidad de las ciencias de la educación para desarrollar un modelo teórico específico de gestión educativa. Otros autores han visto la gestión del centro educativo como “terreno de conflictos”. Otros han “copiado” modelos gerenciales de la empresa, sin tomar en cuenta que la educación ha de tener un modelo propio, por cuanto merece estar orientada al desarrollo de capacidades humanas y no a producir objetos de consumo. En las últimas décadas, frente a esta pugna de sentidos, el debate científico educativo ha generado modelos de gestión propios, que luchan ante la resistencia de los modelos previos.
Estos nuevos modelos de gestión se centran en la calidad de la enseñanza y el aprendizaje. El Laboratorio de Educación de la Oficina Regional de la UNESCO (OREAL), después de haber aplicado Pruebas de Desempeño en la mayoría de países de América Latina, ha sistematizado los factores más representativos que están vinculados a los resultados del aprendizaje, sobresaliendo la calidad de la gestión que realiza quien dirige el centro educativo.
Siendo este factor tan relevante para el desarrollo de capacidades de los educandos en nuestra educación, es importante reflexionar críticamente sobre algunas características del funcionamiento de la dirección de nuestros centros educativos. Al respecto, merece resaltar al menos, estos componentes: El ámbito psicosocial, el desarrollo del currículum-enseñanza-aprendizaje, la capacitación y actualización, la participación en la gestión, y la administración.
Un necesario punto de partida es la obligación que tiene el estado, de que quienes sean seleccionados para dirigir los centros educativos, cuenten con la formación y preparación debidas, evitando la improvisación y aplicación de criterios ajenos al hecho educativo.
Es evidente que en el centro de estos componentes debiera ubicarse “el desarrollo del currículum-enseñanza-aprendizaje”, pero nuestra historia educativa muestra que se trata, en la práctica, de la tarea a la que menos tiempo dedican los dirigentes de centros educativos. Vinculada a  este componente se encuentra la capacitación y actualización de dirigentes y docentes. Al respecto, la tendencia histórica y actual acusa graves vacíos que debieran ser llenados, logrando que cada centro genere su propio plan de capacitación y actualización, a partir de un Plan Nacional de Formación y Actualización de directores y docentes que debiera existir; esta realidad influye en que los centros, más que tomar iniciativas propias, estén a la espera de las actividades de formación, aún  coyunturales, de parte del MINED.
Cuando fijamos la atención en “la participación”, como un liderazgo compartido y estrategia para lograr “una inteligencia repartida y compartida”, podemos apreciar que la gestión directiva prevaleciente y solitaria, desperdicia la oportunidad de contar con una “inteligencia poderosa” y articulada, que podría aportar mucha calidad a la gestión. Participar en la toma de decisiones por parte de docentes, comunidad y estudiantes, fortalece la gestión y responsabilidad en las decisiones y resultados educativos.
El “ámbito psicosocial”, tan poco tomado en cuenta en nuestros centros, actúa como un determinante debilitador del resto de componentes. Cuando los conflictos en la relación humana entre docentes, directores, estudiantes y comunidad, actúan como “currículum oculto”, su influencia negativa en la educación, acaba anulando la influencia que debiera tener el currículum explícito, la enseñanza y el aprendizaje.
Finalmente, el “componente administrativo” absorbe buena parte del quehacer de los directores.  El reciente pasado de la “autonomía escolar” puso en lugar preeminente este componente descuidando la labor esencial con consecuencias desafortunadas, política que felizmente fuera abolida en su momento. Pero esto ha tomado otro cariz, absorbiendo a directores un tiempo importante en tareas que no corresponden al centro educativo.
Reflexionar crítica y propositivamente en la lógica actual que debiera tener la gestión educativa, si pretendemos mejorar la calidad de los aprendizajes, debería constituir una tarea prioritaria de nuestra educación.

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