miércoles, 2 de septiembre de 2015

Metacognición y autorregulación, claves de la formación


Rafael Lucio Gil   IDEUCA,    Educador, Investigador.

La educación no está sola, se sirve de políticas y estrategias. Sus potencialidades son mayores, si tomara en cuenta un sistema holístico de componentes.
No basta tomar en cuenta los componentes cognitivo, emocional y relacional. En las últimas décadas, los especialistas han descifrado la existencia de un componente de naturaleza superior: la metacognición y autorregulación. Dos caras de la misma moneda, la primera demanda la segunda.
Este componente metacognitivo no sólo supera la capacidad que tiene la cognición de aprender, retener información, memorizar y comprender contenidos de aprendizaje. Se expresa en el potencial que tiene toda persona de gobernar, dirigir, comprender, cuestionar, criticar su capacidad cognitiva. Capacidad de conocer sobre como conocemos, discernir si lo que aprendemos lo aprendemos bien, y si necesitamos desaprender lo que hemos aprendido.
El enorme potencial humano que pueden proporcionar estas capacidades superiores en el ámbito de la educación nacional, no se conoce ni aprovecha. Tal carencia nos sitúa desfavorablemente como país, impidiendo que los procesos de desarrollo se enriquezcan con la formación de profesionales capaces de poner en acción todas sus facultades y, en especial, las de orden más superior que dirijan, filtren, cuestionen y generen, con mayor capacidad crítica y autocrítica, sus saberes y competencias.
En tanto la actividad metacognitiva y autorreguladora entra en acción en los currículos de formación y en el proceso de enseñar-aprender-evaluar, el estudiantado logra perfilar un desarrollo integral auténtico. La actividad metacognitiva se pone en acción en tres dimensiones complementarias:
-La metacognición en el ser y los conocimientos de la persona: Implica desarrollar la introspección profunda. La persona reflexiona en términos metacognitivos, examina quien es, cómo es, en qué medida logra ser persona; qué valores proactivos posee, cómo los activa, en qué medida genera intersubjetividad con quienes le rodean; qué aspectos necesita cambiar, incorporar o incluso superar. Pero esto no basta. También se trata de cuestionar la cognición como ámbito del aprendizaje. No basta aprender sino reflexionar sobre qué aprendemos, con qué calidad lo aprendemos, qué deberíamos desaprender, qué nos falta por aprender; en qué medida comprendemos lo que aprendemos tiene significado y aplicabilidad. Incorporar esta función servirá para generar críticas y autocríticas que, al estudiante y al profesional que saben utilizarlo, les proporciona una experticia de orden superior en el plano humano, profesional y cívico.
Cuando no nos cuestionamos lo que aprendemos y con qué calidad lo aprendemos, fácilmente acabamos por trivializar el aprendizaje y su capacidad de incidir en la transformación personal y social.
-La metacognición en las tareas que realizamos: Sucede que estudiantes y profesionales improvisan las tareas, no anticipan mentalmente los resultados a alcanzar, no planifican; en suma, la falta de orientación de la acción que realizan, y la ausencia de monitoreo y control de calidad con que se hace la tarea, si detectan los errores al realizarla, cómo realizan los cambios requeridos. Esta superficialidad con que se realizan las tareas de clase, los quehaceres profesionales, etc., tiene un peso negativo muy grande en los resultados y calidad de las tareas que se realizan en los diversos niveles.
-La metacognición en las estrategias que se utilizan: Estudiantes y profesionales novatos se caracterizan porque aplican estrategias precarias con muy baja eficiencia, eficacia y calidad.  Por el contrario, cuando el estudiantado y profesionales ponen a prueba y seleccionan estrategias más efectivas, al autocriticar y poner en cuestión las estrategias que aplican, los resultados que obtienen son de orden superior.
Por último, la otra cara de la moneda - la autorregulación - como complemento necesario. Cuando sólo actúa la actividad metacognitiva, sólo funciona la capacidad crítica y autocriticamos, pero sin decisiones de cambio. Al poner en acción la autorregulación, se completa el ciclo tomando decisiones relevantes que nos completan como personas, poniendo en acción potencialidades de orden superior, extremadamente urgentes, para superar la pobreza en sus distintas caras, las profundas desigualdades sociales y lograr el desarrollo humano auténtico, superando con mucho la violencia simbólica que nos envuelve.
Es tiempo que los subsistemas educativos, con procesos graduales, caigan en la cuenta de estas potencialidades claves no aprovechadas, y activen esta capacidad metacognitiva autorregulando en profundidad los currículos y procesos de enseñanza-aprendizaje-evaluación.

12 de agosto de 2015

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