Rafael Lucio Gil IDEUCA, Educador, Investigador.
La educación no está sola, se
sirve de políticas y estrategias. Sus potencialidades son mayores, si tomara en
cuenta un sistema holístico de componentes.
No basta tomar en cuenta los
componentes cognitivo, emocional y relacional. En las últimas décadas, los
especialistas han descifrado la existencia de un componente de naturaleza
superior: la metacognición y autorregulación. Dos caras de la misma moneda, la
primera demanda la segunda.
Este componente metacognitivo no
sólo supera la capacidad que tiene la cognición de aprender, retener
información, memorizar y comprender contenidos de aprendizaje. Se expresa en el
potencial que tiene toda persona de gobernar, dirigir, comprender, cuestionar,
criticar su capacidad cognitiva. Capacidad de conocer sobre como conocemos,
discernir si lo que aprendemos lo aprendemos bien, y si necesitamos desaprender
lo que hemos aprendido.
El enorme potencial humano que
pueden proporcionar estas capacidades superiores en el ámbito de la educación
nacional, no se conoce ni aprovecha. Tal carencia nos sitúa desfavorablemente
como país, impidiendo que los procesos de desarrollo se enriquezcan con la
formación de profesionales capaces de poner en acción todas sus facultades y,
en especial, las de orden más superior que dirijan, filtren, cuestionen y
generen, con mayor capacidad crítica y autocrítica, sus saberes y competencias.
En tanto la actividad
metacognitiva y autorreguladora entra en acción en los currículos de formación
y en el proceso de enseñar-aprender-evaluar, el estudiantado logra perfilar un
desarrollo integral auténtico. La actividad metacognitiva se pone en acción en
tres dimensiones complementarias:
-La metacognición en el ser y los conocimientos de la persona:
Implica desarrollar la introspección profunda. La persona reflexiona en
términos metacognitivos, examina quien es, cómo es, en qué medida logra ser
persona; qué valores proactivos posee, cómo los activa, en qué medida genera
intersubjetividad con quienes le rodean; qué aspectos necesita cambiar,
incorporar o incluso superar. Pero esto no basta. También se trata de cuestionar
la cognición como ámbito del aprendizaje. No basta aprender sino reflexionar
sobre qué aprendemos, con qué calidad lo aprendemos, qué deberíamos
desaprender, qué nos falta por aprender; en qué medida comprendemos lo que
aprendemos tiene significado y aplicabilidad. Incorporar esta función servirá
para generar críticas y autocríticas que, al estudiante y al profesional que
saben utilizarlo, les proporciona una experticia de orden superior en el plano
humano, profesional y cívico.
Cuando no nos cuestionamos lo que
aprendemos y con qué calidad lo aprendemos, fácilmente acabamos por trivializar
el aprendizaje y su capacidad de incidir en la transformación personal y
social.
-La metacognición en las tareas que realizamos: Sucede que
estudiantes y profesionales improvisan las tareas, no anticipan mentalmente los
resultados a alcanzar, no planifican; en suma, la falta de orientación de la
acción que realizan, y la ausencia de monitoreo y control de calidad con que se
hace la tarea, si detectan los errores al realizarla, cómo realizan los cambios
requeridos. Esta superficialidad con que se realizan las tareas de clase, los
quehaceres profesionales, etc., tiene un peso negativo muy grande en los
resultados y calidad de las tareas que se realizan en los diversos niveles.
-La metacognición en las estrategias que se utilizan: Estudiantes y
profesionales novatos se caracterizan porque aplican estrategias precarias con
muy baja eficiencia, eficacia y calidad.
Por el contrario, cuando el estudiantado y profesionales ponen a prueba
y seleccionan estrategias más efectivas, al autocriticar y poner en cuestión
las estrategias que aplican, los resultados que obtienen son de orden superior.
Por último, la otra cara de la
moneda - la autorregulación - como complemento necesario. Cuando sólo actúa la
actividad metacognitiva, sólo funciona la capacidad crítica y autocriticamos,
pero sin decisiones de cambio. Al poner en acción la autorregulación, se
completa el ciclo tomando decisiones relevantes que nos completan como personas,
poniendo en acción potencialidades de orden superior, extremadamente urgentes,
para superar la pobreza en sus distintas caras, las profundas desigualdades
sociales y lograr el desarrollo humano auténtico, superando con mucho la
violencia simbólica que nos envuelve.
Es tiempo que los subsistemas
educativos, con procesos graduales, caigan en la cuenta de estas
potencialidades claves no aprovechadas, y activen esta capacidad metacognitiva
autorregulando en profundidad los currículos y procesos de enseñanza-aprendizaje-evaluación.
12 de agosto
de 2015
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