Rafael
Lucio Gil*
El tiempo
y las demandas sociales a la educación se suceden con gran rapidez, no esperan.
La brecha entre las necesidades del país y el aporte de la educación se agranda
cada día. En términos matemáticos, mientras las demandas del país y el mundo
global avanzan en progresión geométrica (multiplicando), la educación lo hace
como progresión aritmética (sumando). Frente a macroproyectos y dinámicas de
grandes dimensiones que se plantean al país, su soporte educativo es enclenque.
Este nuevo año nos demanda emprender cuantiosos esfuerzos, unir voluntades y
compromisos compartidos para que la educación deje de ser parte del problema y
sea parte de la solución.
En este
artículo nos limitaremos a plantear algunas de las varias urgencias de la
educación. El principal enemigo para superarlas será el proceso eleccionario en
que ya se ve envuelto el país. Ojalá logremos que el mismo sirva para poner en
primera fila la educación como la mejor inversión de futuro y no como gasto.
Ninguna de estas urgencias se podrá concretar, mientras la educación no se
convierta en una responsabilidad compartida por todos los sectores, con amplia
participación, sin dogmatismos ni intereses ajenos. Serán posibles como parte
de un Pacto Educativo Nacional, que trascienda intereses partidarios.
Primera
urgencia: Lograr la Educación como Derecho en toda su integralidad. No basta
con mejorar el ingreso aún insuficiente; con ello apenas se logra el primer
escalón de este derecho. La matrícula es un buen momento para lograr la
inclusión, pero aún lo es más el logro de un trayecto educativo inclusivo. Si
incluimos pero con condiciones precarias en los centros educativos, no
lograremos más que la asequibilidad y en parte la accesibilidad de las cuatro A
que Catherine Thomachevski propuso a la ONU. Falta avanzar en la inclusión
interna, afianzando las otras dos A: adaptabilidad y aceptabilidad. La equidad
demanda proporcionar a todo el alumnado la educación que necesita, y la calidad
con el desarrollo de las competencias que requiere. En correspondencia,
necesitamos superar el discurso de una educación como un regalo
gubernamental, y abrazar responsablemente la práctica de la educación
como un derecho inalienable. Es una obligación del Estado, no un regalo.
Limitar la equidad solo al acceso es “incluir para excluir”.
Segunda
urgencia: La educación como la mejor inversión de futuro. Hasta ahora, el
presupuesto del Mined 2016 como porcentaje del PIB no pasa de 3.4%, y 0.1% para
Inatec mientras la última Cumbre Mundial de Educación (Corea del Sur) plantea
el 6% y algunas décadas previas la Unesco señalaba hasta un 7%. Este
estancamiento no se corresponde con una Educación como derecho. A esto se añade
que la ejecución del presupuesto no supera el 65%, lo que resta más a este
derecho. Esta realidad impide que las condiciones físicas, ambientales,
didácticas y metodológicas actúen en contra de la calidad y del derecho en
definitiva. Es la educación un pilar fundamental de la productividad, el
desarrollo económico y el desarrollo humano. Seguir poniendo el foco en otros
pilares será mentirle a la nación.
Tercera
urgencia: Superar el abandono, el fracaso educativo y la repetición: Aunque los
datos oficiales no están claros, sabemos que más del 30% de niños no concluyen
la primaria (50% rural, 20% urbana) y que de los que inician la secundaria, la
situación es similar. Mientras el país no tome conciencia de que estos altos
niveles de ineficiencia educativa representan un problema histórico grave a
solucionar, será el propio aparato educativo el que continúe generando
analfabetas y contribuyendo a la réplica permanente de la pobreza. Este
abandono va de la mano con el fracaso escolar. Ambos responden a factores
asociados cuya solución demanda responsabilidad proporcionalmente compartida
por la institución escolar, la familia y las condiciones socioeconómicas y
culturales del entorno. Pero es la institución educativa quien debe encabezar
los esfuerzos para su superación. Tomar en serio esta problemática endémica,
supone que todo el país se ubique en estado de educación, atreviéndose a
realizar una revolución educativa por el derecho a la educación y superando
este escollo.
Cuarta
urgencia: Una educación pertinente y de calidad para la libertad. Esa
revolución educativa se ha de mover en torno a proporcionar una educación de
calidad. La calidad es integral, demanda procesos, no solo resultados; aporta
formación en valores, capacidades lógicas, de argumentación, de pensamiento
crítico; capacidad para aprender a disentir y tomar decisiones autónomas,
superando el lema que pareciera estar en acción --“siéntese, cállese y
copie”--. Todo pareciera disponerse en los centros para que se imponga la
opción político-partidaria, la presión para que los maestros sean inductores
políticos y no propiciadores de la libertad de opción, reforzando el ambiente
“letrado” más con propaganda política que como entorno favorecedor de
aprendizaje, la libertad y autonomía, tal como corresponde a una educación en y
para la libertad, no para la sumisión. La calidad demanda mediadores y
condiciones esenciales inexistentes que por lo general: libros de texto para
todos, biblioteca actualizada, medios didácticos, acceso a tecnología
generalizado, aulas con ambientes letrados.
Quinta
urgencia: Tratamiento profesional al personal docente, con énfasis en la
formación constante. Sus salarios actuales no cubren la mitad de la canasta
básica (salario cercano a 5,719 córdobas). La pobreza del magisterio contrasta
con exigencias de calidad, paradoja vergonzosa. Aún la mayoría de
maestros son empíricos (64% preescolar, 24.4% primaria, 42.4% secundaria). Los
esfuerzos actuales del Mined para superar esta deuda histórica son
insuficientes. Se requiere más formación pero diferente. Esta debe contar con
características especiales, y responder a los avances de las ciencias de la
educación, debiéndose orientar hacia el cambio y la innovación constantes.
Quizás el principal problema actual de esta formación sea su tradicionalismo a
lo que se añade una fuerte carga político partidaria. Rescatar la profesión
docente de este escenario es imperativo categórico de la calidad
educativa.
*Ideuca
24 de enero 2016
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