Rafael Lucio Gil IDEUCA
Cuando la acción educativa
atraviesa todas las fibras de la comprensión, se convierte en una acción, no
solo de completación de la persona que es educada, sino también de quien educa,
pero sobre todo, es fuente de autonomía, pensamiento crítico y libertad.
De esta manera, la educación como
un derecho natural se convierte en la mejor razón para crecer en capacidades,
comprensión de la realidad, y actuación libre y soberana.
Se logra, de esta
manera, el desarrollo de la autenticidad de la persona, de sus capacidades de
pensar y decidir con libertad, de tomar opciones y decisiones, desarrollando no
sólo sus capacidades cognitivas, sino también las metacognitivas y
autorreguladoras, estrategias superiores de aprendizaje.
Una educación que se centra en la
comprensión, respeta profundamente a la persona, le proporciona oportunidades
de aprendizaje que estimulen al máximo sus sentidos y capacidades cognitivas,
le reta al análisis, la confrontación y argumentación de ideas, contribuyendo
al compromiso social y ciudadano efectivo con la verdad, la honestidad y la
transparencia.
Educar la comprensión demanda de
una enseñanza inicial capaz de contribuir a que niños y niñas aprendan con
fluidez a leer y a comprender reflexionando críticamente sobre lo que leen.
Cuando esta capacidad se retrasa o no se logra, como suele ocurrir en gran
cantidad de niños y niñas que pasan de grado, llegan a la secundaria y después
a la universidad sin leer con fluidez ni comprensión, todas sus aspiraciones
como personas acaban por frustrarse.
Tales limitaciones operan como la
peor cara de la pobreza, obstruyendo toda posibilidad de formación profesional
de calidad e integralidad. Esta matriz profundamente obstaculizadora, continúa
poniendo en grave riesgo la posibilidad de que el país logre un desarrollo
humano realmente inclusivo, afectando severamente los diferentes componentes de
la cultura, y profundizando la distancia entre quienes tienen las mejores
oportunidades educativas, y quienes reciben educación en pobreza, pobre para
los pobres.
La falta de comprensión limita
entender su propia existencia. La educación no prepara ni ayuda a
comprenderse a sí mismo. Viven los educandos a merced de lo eventual, pasajero,
coyuntural; evitan reflexionar sobre su vida, su futuro. Sin educarse en
adoptar metas propias, los adolescentes crecen sin futuro, sin saber optar ni
tomar decisiones. Cuando esto sucede, es porque la educación que reciben
promueve superficialidad, mediocridad, dependencia e imposibilidad de discernir
ni emitir sus propios argumentos.
Si no se educa la comprensión se
impide el aprendizaje de la reflexión, la introspección; se vive
superficialidad, mediocridad, acción sin compromiso certero, atavismo de la
inmediatez, interés por lo superfluo, pérdida de significado, actuación sin
prever responsabilidades por consecuencias, ceguera ante la profesión y la
vida.
La falta de educación para la
comprensión imprime a las vidas jóvenes anomia frente a
las urgencias del pensamiento crítico, la toma de decisiones conscientes; de
aprender a pensar, argüir, cuestionar, de formar criterio, canalizar los temperamentos
formando el carácter y a de voluntad. Al final, aceptan dimiten para que otros
piensen y no ellos, frustrando su capacidad de realización como personas libres
y pensantes. Su cultura se trastoca, permitiendo colonizar su mente y
pensamientos, perdiendo identidad. Viven en burbujas ajenos a todo, a su
ignorancia e imposibilidad de determinación.
La educación sin comprensión
transmite un currículum no situado, desconectado de la realidad. Se
exponen y copian contenidos ausentes de contactos reales. Los saberes no se
discuten ni construyen, se copian, se replican sin significado. La pedagogía y
didáctica utilizadas son huecas, interioristas, ajenas a problemáticas del
entorno; los saberes se acumulan para el examen, no para la vida; la brecha
sociológica entre aula, cotidianeidad comunitaria y el país se agranda. Los
modelos positivos y negativos de instituciones y sociedad no ingresan al
currículum. El saber libresco, mecánico, sin significado ni sentido,
predominará y con buenas calificaciones.
La educación sin comprensión, mejor
cómplice de la imposibilidad de adquirir valores positivos. Ingresan
al centro educativo contravalores de acoso y violencia, sin reflexión crítica y
superación. Los valores emitidos en el discurso simbólico tienen en el currículum
oculto del contraejemplo de instituciones, clase política y familias, su mejor
argumento para no practicarlos.
Cuando la comprensión y la
reflexión crítica no campean en las aulas, los medios de
difusión y la mala utilización de la tecnología dominan ante el silencio
pedagógico, incapaz de enfrentarlos y convertirlos en los mejores socios.
Por último, si la educación no
enseña a comprender y discernir las veleidades políticas, tampoco
los adolescentes estarán preparados para debatir libremente, con sentido
crítico y propositivo, cuando se les induce a no pensar, y simplemente se
manipule su pensamiento para aceptar imposiciones sin restricciones. Frente a
la despersonalización, la razón. Frente a la razón de la fuerza, la educación
está llamada a fortalecer la fuerza de la razón.
14 de febrero 2016
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