Rafael Lucio Gil/Ideuca
05-05-2015
En este mes el Foro de Educación y Desarrollo Humano ha convocado a
celebrar el Día mundial de la Educación. Alabamos la iniciativa y
expresamos todo nuestro apoyo a la misma, más aún cuando se ha ampliado
un mes su celebración, con un conjunto de actividades conmemorativas.
Las urgencias de nuestra educación presentan un panorama complejo,
que demanda de las instituciones responsables y la sociedad organizada,
repensar las políticas educativas en su efectividad, y los niveles de
eficiencia en la ejecución de los pocos recursos presupuestarios
destinados a la educación. Los datos del año concluido 2014, muestran
con claridad, que aun siendo insuficientes estos recursos destinados a
educación, ni siquiera se lograron ejecutar en el porcentaje merecido.
Esta problemática y otras que aquejan dolosamente a la educación
pareciera que, al nivel general, no tuvieran la resonancia requerida en
la sociedad y sus instituciones. Por el contrario, las declaraciones y
escritos oficiales, más que transparentar la realidad, se esfuerzan por
sobrevalorar los resultados educativos.
La incidencia simbólica en el imaginario colectivo de este proceder,
hace que los espacios y actividades dedicados a celebrar cada día la
importancia de la educación, cada vez parezcan ser menos, creciendo más
bien la anomia que acaba por normalizar una situación, que condena al
país a mayor pobreza y desigualdad. Pareciera que padres y madres de
familia y educadores ya se hubieran acostumbrado a este estado de cosas,
asumiendo este discurso como la realidad, y desarrollando un
conformismo nocivo para el desarrollo del país.
Llama la atención que el silencio concertado y controlado sobre estos
temas de parte de los funcionarios educativos, contrasta con el gran
interés que muestran organismos de la sociedad civil, empeñados en
orientar grandes esfuerzos y recursos a la educación en sus diferentes
formatos, llamando la atención hacia la educación a todo el país.
Lamentablemente, tales iniciativas y compromisos con la educación,
que podrían complementar el quehacer insuficiente de las instituciones
educativas, están siendo desdeñados y rechazados en la práctica por la
administración educativa, particularmente en este año y el próximo ante
la proximidad de las elecciones.
A la sociedad debe importarle la educación y su lucha por mejorar la
calidad de los aprendizajes y desempeños prácticos de niños, niñas y
adolescentes que avanzan en su continuum formativo. Pero pretender
grandes metas en el desarrollo económico del país, sin asegurar el
sustento y fuerza que debería proporcionarle una educación de calidad,
significará abonar más al estado de postración del país y a incrementar
las desigualdades en la distribución de su riqueza.
Es por ello que necesitamos hacer de la educación una lucha
cotidiana, lo que será imposible sin el concurso de todos los sectores
en un pacto social por la educación, en el que todos superemos la enorme
dosis de polarización que separa, logrando debatir propuestas e
iniciativas, con gran amor y compasión por el país.
Necesitamos para ello despejar todo aquello que nos pueda estar
separando, para abrazar entre todos y con todos, un modelo educativo de
consenso. Poder celebrar cada día este empeño, por una educación capaz
de incluir a todos los sectores que quieren aportar a su desarrollo, es
imprescindible para lograr una educación que supere los grandes escollos
que presenta en la actualidad.
Es preciso convertir el derecho a la educación en una realidad total,
superando el discurso falaz, luchando por lograr la inclusión con metas
reales y necesarias de matrícula, pero sobre todo, logrando que al
interior del centro educativo todos se sientan incluidos en una
educación de calidad, y no excluidos por una educación mediocre que les
predetermina a ser segregados por la sociedad.
Soñamos en que podemos lograr un estado en estado de educación, con
los recursos presupuestarios que la Unesco demanda, y la responsabilidad
en su ejecución equitativa y efectiva ante tantas necesidades; apoyando
a los maestros con mejor formación y trato profesional y salarial
justo, y proporcionándoles los medios para un desempeño pedagógico
efectivo y de calidad.
Es la única salida a la pobreza y desigualdad, superando el
autoengaño y enfrentando con valentía la realidad. Es necesario superar
este desinterés por la educación, alimentado por imaginarios simbólicos
irresponsables, nada sinceros. No contentarnos con estadísticas
engañosas, avanzando en el logro de la cualidad-calidad de la educación.
Esa es la celebración constante que también necesitamos. Como la obra
literaria Fuente Ovejuna, solo será posible una educación de calidad si
avanzamos luchando por hacerla realidad, “todos a una”.
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