La Educación es mucho más
Rafael Lucio Gil Ph. D. IDEUCA
La educación continúa siendo un
tema de prioridad, más cuando el debate y los hechos nos confrontan con cierto pragmatismo que domina el clima
educativo desde hace tiempo. Este ha ido poco a poco invadiendo y contaminando
las producciones y decisiones educativas.
La gran producción de propuestas
“técnicas” florece con supuestas soluciones a las acuciantes necesidades de la
educación en todos sus niveles. Todos, de buena fe, y especialmente los
docentes, creen que se requieren urgentes innovaciones en los métodos, suponiendo
que son las técnicas pedagógicas y didácticas las causantes de esta
problemática educativa.
A ello se agrega la fuerte presión
que se ejerce sobre el sistema educativo para mejorar los resultados de los
estudiantes, con muchas presiones y propuestas del sector empresarial que, en
los últimos años, ha logrado descubrir que la educación tiene enorme peso en el
desarrollo económico y productivo.
Desde luego que estas visiones y
presiones no responden a una visión sistémica,
compleja y multifactorial de la educación y el aprendizaje, pretendiéndose por otra
parte, a todos los niveles, mediciones limitadas, reduccionistas y sesgadas del
aprendizaje.
Hemos llegado a un momento en el
que docentes, estudiantes y padres de familia se encuentran profundamente
insatisfechos, pero, en la práctica, no se observan voluntad ni compromisos de
cambio. Esta crisis profunda que vive la educación, guarda estrecha relación
con una ideología del pragmatismo productora
de la distorsión y pérdida de sentido a la que es sometida la educación. Por un
lado, tenemos la presión por mejorar los resultados, y por otro, búsqueda de
respuestas rápidas con metodologías innovadoras y “recetas” que ayuden a
superar esta crisis.
De esta manera la educación ha
sido empequeñecida en su orientación y visión de la persona que se educa. Ha
quedado reducida a preparar a los estudiantes para el mundo del trabajo, con un
sesgo inaceptable que reproduce mecánicamente la estratificación social ya
existente.
Hoy sabemos que la crisis
educacional tiene una raíz más profunda, que no se reduce a “simples problemas metodológicos ni
pedagógicos”. La educación ha quedado vaciada de su auténtico sentido, al
ser asimilada a objetivos meramente económicos del desarrollo social. Es así que, una realidad profundamente humana
y social, queda retringida a un mero hecho económico; tampoco se puede aceptar
que la educación termine siendo un mero instrumento de intereses políticos, ni
que se adhiera a una supuesta “neutralidad” conceptual. En suma, la educación
pareciera haber agotado sus bases epistemológicas y paradigmáticas, mostrándose
incapaz de responder a los requerimientos del momento actual. Pareciera estar
basándose en un paradigma agotado.
Es necesario romper los estrechos
moldes de la educación economicista, con claras miras de un desarrollo humano auténtico. Necesitamos,
cada día más, ver la educación desde un humanismo universal, reencontrando sus
bases y fundamentos originarios. Idear y concretar una educación del gozo y alegría,
donde niños, niñas, jóvenes y adultos compartan la aventura del aprendizaje y
nuevas vivencias, disfrutando este proceso, no como una tensión, imposición o
mera urgencia para sobrevivir al salvaje mercado laboral. Una educación que
ayude al ser humano a dar pasos evolutivos y descubrir su sentido y destino
superior.
Lo anterior demanda esclarecer la
idea de Ser Humano y de Sociedad que queremos. Dos puntos cruciales que, por lo
general, las reformas educativas no clarifican. Y, en el mejor de los casos en
que son integrados, la superficialidad con que son tratados y la facilidad con
que tales basamentos filosóficos se diluyen, hace que estas declaraciones, ejes
transversales y conceptos sustantivos se desvanezcan, sin ni siquiera anidar en
los programas de las disciplinas ni en las competencias que enuncian. Por lo
general, estas reformas educativas y transformaciones curriculares, quedan
amordazadas y empacadas en documentos que nunca llegan a conocer y comprender
los docentes, no desprendiéndose concreción alguna en las prácticas del aula.
Esta visión del Ser Humano y de
Sociedad, que no logra basamentar las concepciones y prácticas docentes, se
concreta en prácticas educativas vacías de sentido y significado. La búsqueda
de innovaciones y nuevos métodos pedagógicos, que se debieran desprender de
esta perspectiva profundamente humanista, acaba quedando reducida a “recetas”
huecas de humanidad. La educación necesita de humanismo que permee todo el
quehacer de la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación.
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