Los Imperativos de la Calidad
Educativa
Rafael Lucio Gil Ph. D.
IDEUCA
La educación nicaragüense, en estos últimos tres años, ha llevado a cabo
procesos que deberían contribuir a mejorar su calidad. El Ministerio de
Educación ha querido enviar a la sociedad un mensaje orientado a promover la
calidad. No obstante, la brecha entre las intenciones y la realidad es, aún, muy
profunda.
A pesar de tales esfuerzos, la calidad de la educación nicaragüense
continúa siendo cuestionada, aún cuando las administraciones de la educación
han procurado emitir políticas, generalmente éstas poco han tenido que ver con
la calidad en la práctica, por cuanto en su despliegue no han tenido
efectividad alguna. La segunda política educativa emitida a partir del 2007,
está referida a lograr una “Mejor Educación”. En estos tres años se han
realizado esfuerzos para hacer de la calidad un eje del quehacer educativo, pero
han sido muy escasos los resultados.
El horizonte de la calidad educativa, en las últimas décadas, se ha abierto
notablemente en los países, siendo sus principales atributos la pertinencia y
relevancia de los contenidos, métodos y aprendizajes que se logran. La calidad
suele asociarse a procesos y a resultados del desarrollo educativo, que se
concretan en aprendizajes relevantes y significativos en un desarrollo personal
integral y social de los estudiantes. Finalmente, la calidad de la educación
debiera manifestarse en que las personas sean de calidad.
La calidad suele ser vista desde cinco ángulos complementarios: como valor intrínseco de una acción,
proceso o institución; como eficiencia de
un proceso o de una organización;
como pertinencia social de los productos que provee la educación; y como valor cultural, político y social
de la educación. Cuando la calidad no se sustenta desde esta visión integral,
se demerita y reduce su contenido. En suma, la calidad de la educación es un
concepto pluridimensional que ha de
comprender todas las funciones y actividades educativas, tanto en sus procesos
como en sus resultados.
En términos más concretos, la calidad
se refiere al desarrollo integral y diverso de la persona, al fortalecimiento
de su actitud crítica frente al dogmatismo y lo absoluto; al rechazo al
conocimiento memorístico y valoración de la creatividad y capacidad para
adaptarse a lo nuevo; y a una nueva actitud y conceptualización de espacios,
tiempos y formas de organización de la educación. Esta se concreta en los
conocimientos, capacidades, actitudes y valores necesarios para que las
personas sobrevivan, mejoren su calidad de vida, se transformen y transformen
su medio y sigan aprendiendo.
En la Declaración de Quinto (1991) ya los Ministro de Educación aclaraban
algunas pautas para comprender la importancia de generar procesos de calidad:
impulsar procesos de profesionalización docente y promover transformaciones
curriculares, con el propósito que se satisfagan las necesidades educativas
básicas del individuo y la sociedad, posibiliten acceso a la información, y
permitan pensar y expresarse con claridad, fortaleciendo capacidades para: resolver problemas, analizar críticamente la
realidad, vincularse activa y solidariamente con los demás, proteger y mejorar
el medio ambiente, el patrimonio cultural y sus propias condiciones de vida. Posteriormente
en 1993, también los Ministros de la Región(PROMEDLAC V) cifraban la calidad en
la adquisición de conocimientos, competencias, actitudes y valores referidos a
la equidad de género, derechos de niños y niñas y otros derechos humanos, la
paz, la democracia, la tolerancia, al desarrollo sustentable, científico y
tecnológico, a la familia, la salud y el cuido del medio ambiente.
En suma nos encontramos ante
un concepto complejo, relativo y situado que es difícil sirva a todos los
países, a todas las generaciones y a todos los modelos de sociedad. Cada país, de acuerdo con sus requerimientos
y expectativas socio-educativas concibe su ideal educativo y las normas y
funciones que deben jugar los agentes y actores educativos para asegurarla.
El Modelo de Calidad de nuestra institución educativa ha querido ser ese
referente propiciador de procesos de calidad, creando algunas condiciones
estructurales favorecedoras de procesos de calidad, al propiciar interacciones
pedagógicas enriquecedoras entre los núcleos educativos, sus escuelas bases,
escuelas vecinas y todos ellos con las Escuelas Normales. No obstante, aún
están a la espera múltiples mejoras en la calidad de nuestros centros
educativos y de sus resultados.
Los Talleres de Evaluación, Planificación y Capacitación, TEPCES, han
querido ser un espacio de generación de procesos de calidad para los maestros,
actores fundamentales en estos procesos. No obstante, para hacerlos realmente
efectivos, es preciso reconceptualizarlos, reorganizarlos y redirigirlos,
centrando todos los esfuerzos en orientarlos a mejorar la calidad de los
aprendizajes, superando el mecanicismo y pragmatismo reduccionista que los ha
envuelto y su enfoque a la enseñanza y no al aprendizaje, tomando en cuenta que
el país y sus educandos obedecen a entornos culturales diversos, no únicos, y
que los procesos de enseñar-aprender-evaluar, en consecuencia, no deben
obedecer a la uniformidad sino a la unidad en la diversidad.
La Estrategia Nacional de Educación, ciertamente, se
propone en cortos tiempos, grandes y complejas intencionalidades muy difíciles
de cumplir si no se operan decisiones colaterales claves. Su deseada efectividad
descansará, al menos, fundamentalmente, en cuatro claves indispensables: liderazgo de la institución educativa,
amplia participación de todos los sectores sociales y capacidad de
organización; motivación para activar valores de solidaridad y compromiso; y
disponibilidad de recursos económicos suficientes. El sustrato, no
visibilizado aún en la Estrategia, es la calidad. Cualquiera de las difíciles
metas que formula, además de los ingredientes dichos, no serán tales si no se
cumplen con la calidad que el país requiere, porque la equidad reclama calidad
y la calidad exige de la equidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario