Rafael Lucio Gil IDEUCA
Cada día que pasa resulta más obvio responder
con responsabilidad a la cuestión que planteara al país el P. Xabier
Gorostiaga, S.J. ¿qué educación, para qué
modelo de desarrollo?
El crecimiento económico mundial se ha incrementado
en los últimos años de forma exponencial, el avance técnico se difunde a la
velocidad de la luz, la información se transmite sin barreras temporales ni
espaciales; los estilos de consumo se han transformado, prometiendo mejorar
notablemente el bienestar humano mediante la modernización de la economía. Sin
embargo, este modelo de crecimiento ha puesto al desnudo sus entrañas
profundamente injustas e irresponsables, con amplias brechas de deshonestidad e
inequidad. Su estructura de “copa de
champán” permite apreciar que, el
75% de la población del mundo ubicada en los países en desarrollo, sólo cuente
con el 16% de la riqueza mundial. Se han abierto mayores brechas en la
distribución de riqueza entre los países más ricos y los más pobres. Los daños
causados por este modelo de progreso en el mundo, particularmente en
Latinoamérica, son muchos: contaminación del medio ambiente, agotamiento de
recursos, incremento del desempleo, delincuencia, graves desequilibrios de
género, mayor violencia, corrupción, drogas, etc.
En este contexto, Nicaragua tiene el gran
desafío de reconstruir y reconducir al país, sirviendo la Educación de factor clave y decisivo para asegurar un
desarrollo con equidad. Con esta tónica, las últimas décadas han aportado
documentos construidos con algún consenso social, como el Plan Nacional de Educación 2001-2015, el Foro Nacional de Educación
(2004-2016); y más recientemente, el Plan Nacional de Desarrollo Humano y
el Plan Estratégico del Ministerio de Educación. Todos ellos ofrecen sustento apropiado
para transformar el modelo educativo actual, con sentido de nación, en la
perspectiva de un Desarrollo Humano
Sostenido y con participación dinámica de amplios sectores de la sociedad civil
e instituciones públicas y privadas. El
Informe de la Comisión DELORS (UNESCO), nos previene cuando afirma que " no se puede concebir la educación
como motor de un desarrollo verdaderamente justo, sin interrogarse, en primer
lugar, sobre los medios de contener la deriva acelerada de algunos países
arrastrados en una espiral de pauperización."
Con sobrada razón Naciones Unidas amplía el
concepto del desarrollo económico,
incorporando la dimensión humana, ética, cultural y ecológica. En este sentido,
considera el bienestar humano, como
la finalidad del desarrollo, añadiendo a los índices económicos, nuevos
indicadores de Desarrollo Humano de salud, promedio de vida, alimentación,
nutrición, acceso al agua potable, alfabetización, educación, cultura, medio
ambiente, igualdad de los grupos sociales y de género. Y todo ello, en
perspectiva de sostenibilidad o de largo plazo.
Vistas así las cosas, importa sobremanera que
la educación del país sufra profundas transformaciones, formando a la niñez y
juventud en la responsabilidad para construir el propio desarrollo y el del
país, con una mirada de largo aliento, capacidad crítica para desentrañar y
desencadenar el potencial endógeno, y la dosis ética necesaria para construir
una sociedad rica en valores, producción material y conocimiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario