Rafael
Lucio Gil Ph. D.
IDEUCA
En las últimas
décadas, las Cumbres Mundiales de Educación han reconocido que la
transformación de la educación de los países, para ser pertinente con los
intereses de la sociedad, debe contar con aportes de todos los sectores sin
distingo alguno.
Tal lógica
encuentra sus raíces en el derecho natural que tiene todo ciudadano y
ciudadana, a recibir una educación gratuita, pertinente, equitativa, eficiente
y de calidad.
Ha de ser la
educación el punto de encuentro de toda la sociedad, en todos los procesos que
ella demanda. Y si bien es cierto que el Estado tiene la obligación de
rectorear y garantizar el cumplimiento fiel de este derecho, también lo es que
está llamado a convocar a toda la sociedad en la consulta, planificación,
organización, realización y evaluación de la educación, de manera particular, en
momentos como este ante una transformación educativa. No hacerlo así conlleva a
“realizar ciertos cambios, para no cambiar nada”.
Esta participación diversa
aportará gran riqueza y originalidad a la educación, legitimando su filosofía,
contenidos, métodos y valores. Ello demandará de todas las partes, actitudes positivas
que contribuyan a generar confianza e intercambios fructíferos.
En tanto se abran
procesos, por parte del Estado, debidamente planificados y organizados, que
posibiliten amplios y diversos espacios de reflexión, intercambio y formulación
de propuestas, nos enriqueceremos todos: la educación podrá identificarse y
situarse mucho más en los contextos complejos y difíciles en que se mueve la
población, especialmente los más pobres; los funcionarios del Estado recibirán
una corriente sinérgica purificadora y muy saludable, presidida por demandas
oportunas y urgentes, siendo alentados a fortalecer ampliamente su compromiso,
flexibilidad, responsabilidad y mirada de largo aliento en el cumplimiento
pertinente de este derecho; y la sociedad (padres de familia, instituciones
públicas y privadas, organizaciones y movimientos sociales) saldrá fortalecida
de esta reflexión y aportes, comprometiéndose con una educación, en la que se
sienta sujeto principal y no un mero objeto destinatario.
Las actitudes de la
sociedad civil, en su variedad de formatos, deberán superar la protesta para
avanzar a formular propuestas, aportando argumentos que contribuyan a una sana,
integral y sistémica educación para todos y todas; crearán un clima de sinceridad y confianza,
motivados únicamente por el bien del país y de su educación, más allá de los
intereses político partidarios de cada quien. Han sido estos intereses partidarios,
los que han venido interponiéndose, impidiendo
una transformación educativa comprometida con la calidad.
Los docentes tienen
muchísimo que aportar, son los primeros que sienten en carne propia las
debilidades de la educación y tienen derecho a decir su palabra. Los padres y
madres de familia, en tanto se les ayude a reflexionar críticamente sobre su
rol de educadores y el impacto que deben tener en la educación de sus hijos,
con mirada de desarrollo humano, se constituirán en los principales demandantes
y aportantes de una educación pertinente que ofrezca resultados efectivos para
que sus hijos e hijas se inserten laboralmente y puedan continuar formándose.
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