Rafael
Lucio Gil IDEUCA
La formación docente del nivel
primario tiene cada vez mayor relevancia, como nicho dinamizador de la calidad educativa.
Por ello en la región esta formación ha sido elevada al nivel de educación superior.
En Nicaragua, la tradición ha heredado las Escuelas Normales públicas, que
ofrecen la titulación básica a docentes habilitándoles para ejercer en educación
primaria.
En la década de los años 90, tras
una evaluación rápida y cuestionable, el Ministerio de Educación redujo su
número a la mitad (8). Ello buscaba ahorrar recursos destinados a este programa,
reduciendo sensiblemente la titulación de maestros que el país necesita.
A partir del 2008, la Comisión del
Sistema de Formación formada por el MINED, con amplia representación
institucional y social, realizó un diagnóstico nacional de la formación docente,
y formuló una propuesta, entregada al ministro de educación Profesor Miguel de
Castilla. Esta proponía políticas de formación docente, transformación de las
Escuelas Normales en Institutos Superiores vinculadas a las Facultades de
Educación; un perfil docente renovado, y nuevo currículo de formación. Aunque
constituyó una propuesta audaz, innovadora y actualizada de transformación
integral de la formación, no fue implementada.
Estos centros de formación han
logrado avances en los últimos años. Varios formadores con nivel de maestría,
currículos de formación mejorados entre 2009 y 2011; sistema de ingreso con tercer
año o quinto año de bachillerato, paso importante respecto al sexto grado que
se requería antes. También profesionalizan maestros empíricos de primaria y
preescolar.
Constituyen el nicho ecológico
más apropiado para incidir en mejorar la calidad de la educación básica. En
tanto irradien calidad, cruzando sus muros, insertándose en los contextos
complejos en que trabajan los maestros que preparan, recibirán el oxígeno requerido
para mejorar la calidad de la formación que proporcionan. Debe ser la escuela
normal centro de irradiación de nuevos métodos de enseñanza, profundización en
el conocimiento a enseñar y, particularmente, de un modelaje de valores y compromisos
con la educación y su transformación constante.
Ello exige un diálogo permanente
entre los formadores con los centros educativos, reflexionando críticamente
sobre sus resultados, incorporando nuevos saberes construidos por maestros en
su práctica en contextos difíciles. En tanto los problemas prácticos que viven los
centros educativos sirvan para problematizar la formación que proporcionan; si
la formación se nutriera de la teoría y reflexión surgidas de la experiencia
práctica, la formación logrará impactar de forma más efectiva en el centro
educativo. Esta es la ruta de su calidad: de la acción práctica a la reflexión
teórica sobre esta acción, regresando nuevamente a la práctica con la fortaleza
de un saber debidamente situado.
El mejor termómetro que tienen
estos centros para evaluar la calidad de su formación, reside en la calidad del
desempeño del estudiantado de primaria, producto de la actividad educadora de sus
maestros. La baja calidad de la educación primaria, radica en las deficiencias de
los maestros en su formación.
Las escuelas normales necesitan realizar
transformaciones profundas. En ellas radica la posibilidad de mejorar, de raíz,
la calidad de la educación. Necesitan convertirse en centros de referencia, irradiadores de calidad, inteligentes,
cuestionadores críticos de su quehacer, para trazarse las exigentes rutas de la
calidad. A continuación, algunas pistas para lograrlo:
-Cada centro de formación requiere
realizar un diagnóstico de su desempeño, superando la tentación histórica de rehuir
toda crítica. Este diagnóstico debería incorporar, además, un balance objetivo de
la calidad del desempeño de los maestros egresados.
-Realizar profundas
transformaciones en el currículo. Se necesita fortalecer los contenidos y no
sólo su didáctica, con competencias mejor ajustadas; incluir nuevas
sensibilidades educativas ausentes. Resultados investigativos y experienciales muestran
grandes debilidades en maestros de primaria, que no dominan contenidos básicos
que deben enseñar. Es importante que desplieguen nuevas acciones formadoras,
pero lo es aún más que éstas sean de calidad.
-Nivelar con cursos especiales a
jóvenes que ingresan con aprendizajes precarios obtenidos en el bachillerato.
-Mejorar los criterios de
selección de candidatos a la formación docente. De manera particular, mejorar
los criterios para seleccionar jóvenes integrantes de brigadas especiales de
maestros.
-Difundir en los medios de
comunicación la importancia que tiene para el país la profesión docente. Llamar
la atención al país para concertar acciones que propicien un reconocimiento justo
para la profesión docente.
-Diversificar las salidas de
especialización, de manera particular, para la educación inicial y el
multigrado.
-Asumir los TEPCE´s de los
formadores como espacio privilegiado de una profunda reflexión crítica de la
práctica, con temas innovadores de debate, espacio de interpelación de la
formación que brindan, frente a los resultados del aprendizaje en la primaria.
-Revisar la efectividad de los
niveles de preparación y vocación de los formadores, de manera que los
formadores posean una vocación especial y sean personas de una calidad
integral.
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