Rafael Lucio Gil IDEUCA
Sin duda que el nudo crítico
central de nuestra educación es la Profesión Docente. Nuestra historia
educativa arrastra este tema pendiente con agendas cada vez más alejadas de las
demandas del país y su educación. La teoría educativa, desde diversos modelos
teóricos, viene tratando y evolucionando en el tema, y los Ministerios de
Educación muestran gran preocupación por el tema.
El asunto se ha vuelto más complejo.
Contrario a posiciones simplistas que ubican la solución en aspectos puntuales:
mejora del salario docente y entrega de computadoras, las posiciones más
centradas e integrales, ven la profesión docente desde una mirada sistémica.
Esta complejidad es, cada día más
y mejor desentrañada, derivando en los últimos años en el tema que la engloba
como “La Cuestión Docente”. Múltiples experiencias de países han demostrado que,
ubicar la solución en la simplicidad, análisis efectivistas y pragmatistas, no
ha dado resultados. Un ejemplo cercano: En Honduras, el personal docente cada
año logra reivindicar un aumento importante de salario, pero no mejora la
educación. Es importante el salario justo, pero es sólo condición necesaria, no
suficiente. El maestro panameño gana un buen salario, pero la educación no ha
mejorado.
La Profesión Docente, en su
complejidad, se comporta como un sistema, en el que sus diferentes
componentes-subsistemas, interactúan entre sí con corrientes sinérgicas, que
pudieran aportar positividad o negatividad, según el caso. Adicionalmente, este
sistema interactúa con sistemas externos, que afectan de múltiples maneras la profesión.
Hay quienes se pregunta: ¿Es
realmente el oficio docente una Profesión? El profesional, en cualquier área del
saber, se diferencia del que no lo es, en tanto toma de decisiones en su campo.
El médico toma constantemente decisiones, el ingeniero también, pero ¿es el
docente puede y debe tomar decisiones? Esta contradicción viene siendo contrarrestada
por una literatura mundial amplia, que aboga por el desarrollo de capacidades docentes
en autonomía, reflexión crítica y capacidad para tomar decisiones innovadoras.
La componente dinamizadora por
excelencia de la Profesión Docente, es una formación de calidad, proceso
gradual y permanente, y no como formación inicial terminal. Esta interactúa, a
su vez, con otras componentes tales como: reconocimiento social, tratamiento
institucional, reconocimiento salarial justo, apoyo legal y normativo, soporte
pedagógico-didáctico, escalafón docente y respaldo en salud y bienestar.
Mejorar la calidad del desempeño
docente, responde a la formación de calidad que reciba, pero también al
reconocimiento salarial justo. El salario ha logrado pequeños avances en estos
últimos años, pero aún no se equipara con la meta señalada por el Plan Nacional
de Educación 2001-2015, ni cubre la canasta básica. Esta realidad hace que la calidad
de vida del docente se ubique en el nivel de pobreza, impidiéndole activar la
calidad de la educación. Por ello, si bien podemos mejorar su formación,
difícilmente ésta podrá concretarse en mejorar sus prácticas, si no mejoramos
su calidad de vida, le proporcionamos el respaldo social y legal necesario,
mejoramos el clima institucional hacia la profesión, se le proporcionan
condiciones básicas para ejercer su desempeño científico-pedagógico, y se le
estimula con un escalafón docente motivador. Ciertamente, no todo será posible
lograrlo a la vez, pero si existe voluntad política de transformar la
educación, es imprescindible una crear una Política Integral de la Profesión
Docente, en la que se inscriban estos componentes con tiempos y estrategias
precisas. Mejorar la calidad de la formación docente, debe pasar necesariamente
por mejorar la calidad de vida del maestro, y proporcionarle los apoyos
complementarios mencionados.
Es importante reconocer el
esfuerzo reciente que el MINED está emprendiendo, con apoyo de la cooperación
internacional, en la formación universitaria de los docentes no titulados. Su
éxito estará en razón directa de una Política Integral de la Profesión Docente.
Es preciso superar planteamientos simplistas y reduccionistas, muy en boga en
el país en algunos informes o propuestas divulgadas, poniendo únicamente el
peso en mejorar salarios y dotar de computadoras. Tales soluciones fáciles,
simplistas, muestran profundo desconocimiento del nicho ecológico en que anida
esta profesión.
Tampoco la calidad mejorará con
más formación tradicional, como la actualmente ofrecida en algunas facultades. Es
clave velar para que este gran apoyo internacional sea aprovechado al máximo, velando
para que se apliquen programas de formación que se caractericen por:
-Situarse en los contextos y
planes curriculares demandados por el país y el MINED. Urge superar la brecha
entre la oferta y la demanda.
-Aplicar este programa formador con
modelos metodológicos innovadores y modelizadores, que inspiren a los maestros transformar
sus prácticas.
-Ajustar esta formación de manera
que aprendan como prioridad bien lo que deben enseñar, sin detrimento que
también amplíen y profundicen sus miradas en las disciplinas de su profesión.
Usar las TIC´s debiera convertirse en el mejor dinamizador de la enseñanza y el
aprendizaje.
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