Rafael
Lucio Gil *
- 11 Octubre 2016
Toda
educación formal se expresa en la filosofía que la orienta y contenidos de
enseñanza a través de un currículo explícito. La educación inicial, básica y
media, a cargo del Ministerio de Educación, cuenta con este currículo general,
que acoge los diversos niveles y modalidades educativas, derivándose en
competencias, contenidos y metodologías para cada una de ellas. Este mandato
constituye el referente obligado de la acción educativa práctica que el
personal docente debe ejercer en los centros educativos, aportando sentido y
significado a la educación.
Dicho
referente curricular no es autónomo, ha de estar conectado íntimamente al
modelo de desarrollo de la sociedad nicaragüense, por la cual, las políticas
educativas demandarán articularse con las políticas sociales,
ambientales, de salud, etc., solo así, se podrá concretar la incidencia
necesaria entre educación y desarrollo.
Este
currículo concretado por dirigentes y docentes, acaba siendo interpretado,
desde un plano cognitivo, emocional y ético. Entran en acción, por tanto, el
currículo oculto o implícito (contenidos y valores no escritos), y el currículo
nulo (lo escrito, pero que no se cumple). Al respecto, la investigación
científica curricular y sus didácticas, demuestra que la incidencia en los
educandos de estos dos currículos llega a ser más determinante, incluso, que la
del currículo normado.
Esto
explica que la influencia de la educación escolar dependerá, y mucho, de la
brecha que exista entre lo prescrito por el currículo oficial y lo que
realmente se hace, o no se hace, en la práctica. Podemos entender, así, la poca
o ninguna efectividad que tienen en la niñez y adolescencia, las actitudes y
valores que mandata el currículo oficial. Algunos ejemplos facilitan
comprender esta paradoja educativa y curricular a la que el país debería
prestar mayor atención:
-Mientras
el discurso curricular oficial establece aprovechar al máximo los horarios
escolares, la práctica se traduce en pérdidas de cuantiosas horas-clase por
razones no educativas.
-Si bien,
el discurso y documentos oficiales se refieren al rescate de la educación como
derecho humano, el presupuesto que la asamblea destina a la educación viene
disminuyendo hasta menos del 3% del PIB, cuando debiera crecer
gradualmente hacia el 6%. La paradoja es doble, por cuanto los datos nacionales
hablan, también, de un Presupuesto de la República que ha venido creciendo
significativamente, mostrando que el país está creciendo más del 4%.
-Es
sabido que el personal que dirige la educación desde el nivel central,
delegaciones y centros educativos, deben dedicar el tiempo debido a los temas
educativos, sin embargo, las preocupaciones y ocupaciones reales, en la
práctica, dan prioridad a temas y tareas alejadas de la educación.
-El
discurso simbólico afirma que el personal docente ha recuperado un trato justo
y recibe una formación pertinente y de calidad, sin embargo, es evidente que el
magisterio vive en pobreza y proletarizado, con un salario que no cubre ni la
mitad de la canasta básica, con formación precaria y eventos de formación
enfáticos en aspectos políticos, que le impiden proporcionar una
educación de calidad.
-La
administración afirma que se está logrando una educación de calidad en
competencias, sin embargo, en general prevalecen en el centro educativo
formatos y metodologías que priorizan la memorización y repetición mecánica de
contenidos.
-Mientras el documento curricular mandata desarrollar el pensamiento crítico, en las aulas se prioriza el pensamiento único, la repetición de slogans y consignas, prohibiéndose otras miradas en formas de pensar y valorar la problemática social, política y económica.
-Mientras el documento curricular mandata desarrollar el pensamiento crítico, en las aulas se prioriza el pensamiento único, la repetición de slogans y consignas, prohibiéndose otras miradas en formas de pensar y valorar la problemática social, política y económica.
-Los resultados
estadísticos de los indicadores educativos reclaman transparencia para ser
conocidos por la sociedad, sin embargo, no son accesibles a la ciudadanía, y
algunos que se divulgan suelen estar sobrevalorados.
-El
currículo aporta un legado de valores muy reconocidos (el respeto, la
solidaridad, la justicia, etc), pero tanto en la sociedad como en los centros
educativos, se castiga el pensamiento político divergente y penaliza la
solidaridad; mientras tanto, el centro educativo enseña valores copiándolos y
memorizándolos.
-Por
último, el centro educativo demanda ser un “espacio letrado” (todo en él
promueva cultura y conocimiento), en cambio, todos los espacios áulicos y
ambientales se atiborran de propaganda de un solo partido.
Nuestra
educación demanda transformaciones profundas. Coherencia entre el currículo y
la práctica del centro educativo, en valores y actitudes que promueva el Estado
y sus instituciones fundamentales; y el respeto a los derechos humanos de todos
los actores, a su libertad de pensamiento y derecho a decidir. Todo ello debe
abonar a un currículo de una ciudad o comunidad educadora. Transformar los
currículos educativos, sin esta coherencia del Estado y toda la sociedad con la
práctica educativa, sería un trabajo postizo.
* Ph. D. IDEUCA.
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