Rafael Lucio Gil *
25 de octubre 2015
Resulta muy fácil y peligroso abordar el tema de la violencia en la
educación con perspectiva corta de vista. La educación escolar y
extraescolar va de la mano en términos sistémicos, por cuanto la
escuela, no sólo tiene una agenda específica, sino que la misma está
determinada por la agenda del contexto comunitario próximo y de la
sociedad en su conjunto. Es la comunidad y la sociedad que ingresan a la
escuela en “la mochila de directores, docentes y estudiantes”,
sirviendo de contrapeso al currículum prescrito y fortaleciendo el
implícito u oculto.
Debe de ser la educación en esencia un encuentro con los valores y
capacidades más profundas y necesarias para una vida en plenitud, sana y
con valores humanos en correspondencia con una correcta participación y
comportamiento ciudadanos.
Por desgracia, cuando se elabora la transformación curricular, la
tecnocracia,auncuando toma en cuenta aportes de la sociedad y sus
instituciones en general, crea un documento curricular rector
pretendidamente autosuficiente y aislado del currículum no escrito que
se desarrolla en el aula, el centro educativo, la familia y la sociedad.
Esta visión internalista del currículum y de la educación, acaba
reproduciendo en la escuela la endogamia generadora de los mismos vicios
que se desarrollan en la familia y la sociedad. Esto como producto del
aislamiento, sin vasos comunicantes entre estos subsistemas, dando como
consecuencia un currículum y enseñanza alejados de la dinámica social.
Así la sociedad con sus bondades y vicios se hace presente en la escuela
con actitudes de funcionarios, docentes y estudiantes, gestado un
currículum no escrito que se impregna los aprendizajes del estudiantado,
acabando por predominar y acallar los aprendizajes pretendidos por el
currículum oficial.
Esta violencia, que pareciera estar encarnada en la historia e
identidad nacional, sumada a la violencia simbólica y física que se
reproducen cada día en la sociedad, ingresa al centro educativo de mil
maneras y rasgos. Por ello, pretender acabar con el acoso o bullying
escolar, sin penetrar en estas raíces profundas y en quienes son
responsables de generarla en el aula, el centro escolar, la familia, los
medios de difusión y otras instancias del propio estado, sería como
construir castillos en el aire.
Mal haríamos en pretender eliminar sus consecuencias en la escuela,
sin identificar, controlar y tratar de superar los núcleos sistémicos
generadores de sus causas. Sería como eliminar las ramas de la planta
sin eliminar o cortar sus raíces.
Varios causales de la violencia confluyen y se refuerzan entre sí de
forma compleja, pudiendo explicar, en gran medida, que cada vez más
algunos estudiantes en los centros educativos se impliquen en eventos de
acoso escolar. Por una parte, la violencia vivida en la familia es
perniciosa en las consecuencias que genera en estos estudiantes. Si a
esta añadimos la violencia simbólica que escuchan y observan en los
medios de difusión, el refuerzo es evidente. Más aún, cuando estos
estudiantes observan actuaciones policiales y entre grupos por razones
diversas, sumado a la violencia simbólica que ejercen con tanta
facilidad partidos políticos y líderes gubernamentales, no cabe duda que
la mesa está servida para niños y adolescentes.
A ello se suma la violencia pedagógica que frecuentemente se
desarrolla en el aula, con maestros que violentan fácilmente, de forma
simbólica y en algunos casos físicamente con imposiciones, reproches,
calificativos, etc. En consecuencia se percibe un efecto nuevo: son
estudiantes los que violentan verbalmente y con amenazas a docentes
cuando estos les demandan disciplina, responsabilidad, respeto, etc.
Tomando en cuenta estas manifestaciones sistémicas, no cabe duda que
el bullying entre estudiantes no es más que el producto de un conjunto
de causales que se entrecruzan y refuerzan, estando presididas por una
gestión educativa no participativa sino impositiva, sumado al mal
ejemplo de actores educativos que acaban intoxicando las relaciones
humanas y el clima psicosocial.
Este aprendizaje estudiantil, callado pero efectivo, no es sino el
producto de una acción educativa contradictoria llena de órdenes e
imposiciones que violentan la conciencia del alumnado, creando un
currículum oculto alternativo al oficial, sumado al efecto de una
sociedad que se debate, también, ante actitudes revanchistas en
respuesta a su interés por construir ciudadanía con actitudes
democráticas guiadas por principios y valores. Necesitamos superar este
bullying colectivo que envuelve a la sociedad y sirve de contraejemplo a
la educación del país.
*Director del IDEUCA y coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas.
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